I
De repente del sueño desperté
Allí estaba yo al fin, frente a ti
Después de tanta espera
Después de tantos sueños
que se interrumpían al despertar
Te miré a tus verdes ojos
Tú miraste a los míos
Una conjunción de planetas
Se alineaba en ese momento
Te tomé las manos por vez primera
El calor de las mías traspasó el de las tuyas
No soñaba ya, la luna llena iluminaba
Nuestros cuerpos
La noche anunciaba tempestad,
Tempestad de aguas de lluvia rebelde
Tempestad de océanos de pasión
Tus ojos miraron a los míos
Y viste el crisol del más puro relámpago
Yo al ver los tuyos descubrí el centro del universo
El sonido de las olas del mar ocultaba mis susurros
II
Al son de una música embriagadora
Nuestros cuerpos seguían su cadencia
Los susurros se transformaron en te quieros
La respiración se tornaba acelerada
Y la luna seguía iluminando nuestros cuerpos
Dos cuerpos que estando tan juntos
Parecían uno sólo
Dos cuerpos que se buscaban, se anhelaban
que ya no oían la música embriagadora
Éramos la música misma.
Besaba tus mejillas, tu cuello, tu boca
Como niño hambriento te fui descubriendo
Poco a poco, lentamente, sin prisas, sin demoras
Dos Volcanes confrontándose allí
en peligro De extinguir al mundo,
encerrándolo en un universo
Un universo único y mágico, sutil y a la vez salvaje
Donde el deseo es como la hostia para el pecador
Santo bálsamo que cura las heridas
Orbitaba y tú eras el centro donde yo giraba
III
Nuestros cuerpos y nuestros ojos
Pedían a gritos lo que no podían decir nuestros labios
que se acercaban cada vez más
En un frenesí sin control
En un éxtasis de amor
Fundimos nuestros labios
Que ansiosos deseaban este encuentro
Besos profundos, besos hambrientos
Besos de ti, besos de mí
Besos que anunciaban la más íntima comunión
Dos corazones que galopaban en nuestros pechos
Vi tu rostro, viste el mío
Supe que deseabas, supiste que deseaba
Como caballero andante que roba a su dama
Te alce en mis brazos y seguí besándote sin demora
Un sofá que como testigo mudo, expectaba
Fue el lugar donde nacieron las más íntimas caricias
Los besos prolongados que como almíbar
Busca el colibrí en su corto y raudo vuelo
IV
Nos despojamos de nuestras ropas
Que como celosas murallas
protegían nuestros cuerpos
Descubrí la hermosura del tuyo
que ansioso esperaba fuera mío
Con besos recorrí como un mendigo
Cada centímetro de tu piel,
cada rincón desconocido
A cada paso que daba, susurrabas
Cosas que no escuchaba,
cosas que no entendía
Nuestras pieles pidieron fundirse
Y en ese momento estallaron mil soles
Ahora la cadencia era sin música
Dictada por agitados movimientos
de nuestros cuerpos
Que siguiendo el mismo ritmo,
formaban una yunta
indivisible e invencible
El éxtasis compartido,
el edén encontrado
Nuestros cuerpos volaron a otras dimensiones
Dejamos de ser mortales
para ser los Dioses mismos.
Mabel
Hegoz, extraordinario poema, me ha encantado, un abrazo y mi voto desde Andalucía