Miré el largo del piso y aspiré en búsqueda de algo de aire. Conté con las mirada un aproximado de cubículos, eran cientos. Ventanas. Ni una ventana. Nada de aire. Me senté, repasé la oficina, el cúmulo de papeles, todos en blanco. Agarré un par y no supe que hacer. Había olvidado. Estaba seguro que sabía lo que yo hacía ahí. No recordaba.
Dolor de cabeza. Cada vez más fuerte. Alcé la vista, el fluorescente titilaba arriba mio, miré al costado, sabía el nombre de la persona que escribía en el cubículo siguiente y no lo pude nombrar. Sufría un ataque. Papeles en blanco. Agarré una lapicera y quise garabatear en una de las hojas, rayé con fuerza de un extremo al otro, la tinta parecía no agarrarse al papel.
Hice equilibrio con las dos patas traseras de la silla y miré el techo. Hambre. Amnesia. Alguna clase de ceguera temporal de las formas y las clases. No supe que hacía ahí y fui feliz, no necesitaba salir. ¿Salir a dónde? En el extremo de la habitación, una puerta de doble hoja pintada de blanco. Puerta de salida de emergencia. No sentía emergencia. No sentía. Solo me apoyé sobre el escritorio.
Mabel
Muy buen relato. Un abrazo Juan y mi voto desde Andalucía
VIMON
Buen micro. Saludos con mi voto.
Llamas.J.M.
Buen reflejo de la realidad. Buen micro. ¡Un saludo!