Su exhausta e incesante búsqueda finalmente terminó en una aldea muy, muy lejana, casi apartada de los ojos de Dios y un tanto dilapidada. En un cuarto oscuro de una casita humilde y agonizante en sus propias ruinas, la encontró junto al fuego de leña. Nunca, jamás, en TODA su vida había visto una mujer tan vieja, tan arrugada y tan escandalosamente… FEA.
– ¿Es usted LA VERDAD? – a lo que la anciana solamente se limitó a asentir con la cabeza sin siquiera mirarle, segía mirando al fuego sumamente indiferente.
– Bueno, entonces, dime por favor… ¿qué le tengo que decir al mundo? ¿Qué mensaje le tengo que transmitir?
La anciana volteó la cabeza visiblemente molesta, escupió en el fuego y le clavó una mirada acerada y penetrante acorde a a la firmeza de su tono de voz:
– ¡ DILES QUE SOY JÓVEN Y PRECIOSA !
Mabel
Muy buen relato. Un abrazo y mi voto desde Andalucía
Esruza
Me gusta.
Mi voto
The geezer
¡GENIAL esta fábula!
Saludos
César
Jona
Me gusta mucho cómo logras convertir concepto abstracto en algo visceral, ¡felicidades!