¡Que recuerdo aquel el de los almendros,
siempre verdes, siempre altos
—así me parecían—
de este lado del cercado…!
¡Cuantas memorias bajo los almendros
y entre los arbustos,
—todavía niño ingenuo—
de este lado del cercado…!
Leonardo Favio le cantaba
a las muchachas de abril
o a la rubia del cabaret,
del otro lado del cercado…
Bulliciosas y vivarachas
las muchachas de la vida alegre
colgaban en los tendederos
su colorida ropa de trabajo…
Apenas vestidas, retozaban,
persiguiéndose inocentes las unas a las otras
al otro lado del cercado…
¡Que recuerdo aquel el de los almendros,
siempre verdes, siempre altos!
Sus hojas grandes y gruesas
—así me parecían—
de este lado del cercado…
Leonardo Favio con su vozarrón
cantando a las muchachas de abril
o a la rubia del cabaret
al otro lado del cercado…
Persiguiéndose picarescas y vivarachas
las unas a las otras
las muchachas de la vida alegre,
apenas vestidas, inocentes
—así me parecían—
se acercaban a los almendros
y llegaban hasta los arbustos
y yo encandilado con mis juguetes
de este lado del cercado…
¡Ah, que recuerdo aquel bajo los almendros!
Esruza
Me gusta cómo le cantas a los recuerdos del ayer, José Rubén, esos que nunca volverán.
Mi voto y un saludo afectuoso.
Estela
JR
Amiga Estela, son tantos los recuerdos en el espejo retrovisor! La vida cuando se vuelve a revivir se puede vivir eliminando los sabores amargos. A pesar de que era solo un niño, todavia recuerdo a las que mi madre llamaba «mujeres de la vida alegre.» Me agarraba a cantazos y me preguntaba que hacia mirandolas…jajaja!
Saludos! Gracias por tu apoyo de siempre.
Mabel
¡Qué hermoso poema! Un Abrazo José Rubén y mi voto desde Andalucía