Un día cualquiera decidió quemar la única cosa que amaba de ella…Esa parte que le traía recuerdos y la hacía sentir odiada ante los demás, recuerdos que no eran más que eso y que la acompañaban cuando no había otra cosa que soledad.
…Recordaba cómo se movía, como con unos simples pasos conseguía poner su mundo de cabeza…y de él, claro; Como esa sonrisa torcida se volvía de ella.
Y mientras la lágrima rodaba por su mejilla y el dolor lo consumía desde adentro, lentamente cada página iba perdiendo su sentido y se volvía cenizas.
La flor del misterio que depositó sobre los restos de un cuerpo calcinado en aquel invierno eterno, se esfumo poco a poco. Ahora ya mucho tiempo ha pasado sobre ella, y desde la ventana de su celda, observa la luna en las noches despejadas y sabe que él no está muerto, ve sus ojos reflejándose en un mar calmo.
Días después decide quedar ciega y se arranca entre torrentes de sangre, los globos oculares; Pero aún siente su presencia rodeándola en cada uno de sus minutos; Semanas más tarde, ya no hay nadie que cuente su historia y por todo el lugar aún puede percibirse ese olor a carne chamuscada.
Mabel
¡Impresionante! Un abrazo Lilia y mi voto desde Andalucía