Shoá, Gulag
Cerraba los ojos y respiraba por la nariz, intentaba sentir mejor.
Quería entender en qué momento se perdió, la esencia de ser hombre.
¿Cómo era posible que no hubiera conocimiento de toda esta masacre en la distancia?
No me separaba de la crespa alambrada, de la pared adornada con tiestos, tiestos sin flor.
Juntaba las manos, buscaba en profundos desfiladeros del alma. ¿Dónde estaba Dios?
Tenía la mirada serena, los miraba sin odio, ya no me quedaba ni tristeza, ni rencor.
Atrás quedó mi vida, extraviada entre trenes, trenes de hambre, frío, sed, y desesperación.
Atrás quedaban mis hijos, mi sangre, mi ilusión.
Nuestros cuerpos ya no eran más que tenues sombras, brumosas figuras diciendo adiós.
Los árboles dejan caer sus hojas, lágrimas del creador.
Se oye una canción, de un viejo violinista, que enseña a morir mejor.
Kadish, más allá de la mística. Suave y delicado, lleno de dolor.
Salma
¡Hermoso poema! Tienes mi voto.
Curro Blanco
Muchas gracias @sandra_gutierrez_alvez que dolor tan grande debieron pasar… hay cosas que no se pueden llegar a imaginar
Salma
@vicenteblanco, es como dices, nadie puede imaginar el dolor ajeno, y mucho menos en esa tortura extrema. El tributo, es memoria y ayuda a que seamos más humanos, más empáticos, más comprensivos. Ojalá no permitamos que vuelva a repetirse, nunca más. Por otra parte, la belleza de tus letras aporta muchísimo.
Mabel
¡Me encanta! Un abrazo Vicente y mi voto desde Andalucía
Eli...
@vicenteblanco
¿Cómo me lo perdí?
Muy doloroso, es verdad lo que decís «hay cosas que no se pueden llegar a imaginar».
Me duelen aunque desconozca esa terrible magnitud.
Y me duelen mal (como decimos por aquí, mal es mucho).
Un abrazo amigo querido 🙂