Cae la tarde. Hay pasados que duelen, hay recuerdos que ensordecen, hoy me quedo con ellos. Esas cosas pesan, pero menos mal el mundo debe seguir adelante. No hay nada en mi casa y anhelo recibir un poco de sol. Afuera está despejado y tengo las manos heladas por fuera de la ventana. No hay punto de comparación, he pasado a vivir para siempre, resolviendo condenas autoimpuestas. Hace algo de calor afuera, apenas lo suficiente para que germine la vida.
Nadie en mi alma, nadie me extraña. Yo en minguna memoria, yo y el aire. El sol desintegra a algunos gatos recostados sobre las terrazas, permanecen sus sombras. Hay una absoluta tranquilidad y a partir de ahí, el eco de los árboles. Ya no están los deseos al abrazo, a lo incierto, a lo que nunca se cumplirá, lo que muere en media sonrisa. El aire mismo es tibio y al borde de mis ojos, las tristezas líquidas. Cae la tarde.
Luis
Muy buen relato, triste y lúgubre, un saludo y mi voto!
Mabel
¡Me encanta! Un abrazo y mi voto desde Andalucía