— ¡Te avisé! Te dije que pasaba algo raro— lo reto enojado
—Sí, tenés razón. Pero la quiero tanto…
—Sos muy viejo para ella ¡Date cuenta!
—No me importa, con tal de que me quiera, le aguanto todo— admite avergonzado.
—Pero decime ¿Vos no veías ese brillo distinto en sus ojos, ese brillo henchido por la preñez?
—Ahora que lo mencionás, entiendo que sí. Creo que no lo he querido ver o mis sentidos me protegían de este tormento.
— ¿Y qué vas a hacer, aguantarle otros hijos?— lo arrincono despiadado.
—No lo sé— confiesa negando con la cabeza.
—Y encima de otro padre ¡El segundo ya!— le grito.
—Es joven, es su naturaleza, la seducen. Pero yo sé que me quiere, más, me adora como al sol de su firmamento— trata de explicarse con un hilo de voz.
—Sos un tonto ¿No viste nada, no la vigilás?
—Sííí, nooo. Bueno en realidad no tengo idea, siempre estamos juntos. No entiendo cómo ha sido.
— ¿Y te la vas a aguantar?— le pregunto incrédulo— ¿No te sentís medio piltrafa?
—Sí, pero me siento así por vos, en lugar de comprenderme me retás ¿Qué clase de amigo sos?— me recrimina airado
—Bueno, perdónnn. Lo que pasa es que me molesta que seas tan ciego; que no tomes al toro por las astas.
— ¡Qué no tomo al toro por las astas!, ¿y vos qué sugerís que haga, que la eche, en su estado, o querés mejor que la mate y se termina todo?— ya me grita.
—No, no…calmate. Tenés razón, soy un imbécil, pero por lo menos contame ¿Por qué la defendés tanto?
—No la defiendo, tampoco la quiero más por lo que ha hecho. Pero del mismo modo tampoco la quiero menos. Escuchame…— me pide ya calmado y muy seriamente—. Me asombra que no me entiendas ¿Hace cuánto que somos amigos, treintaicinco o cuarenta años?— intimó alargando su brazo y tomando mi mano — ¿No hemos ido juntos perdiendo familiares y amigos?— recuerda con angustia— ¿No te das cuenta de tu suerte? Que todavía tenés familia y nietos ¡Carajo! Nietos— se lamentó mientras una lágrima cruza su mejilla— ¿No me sabés acaso sólo y último?
—Pero me tenés a mí y mi familia también es tuya. Viejo carcamán, no te pongas así; me hiciste lagrimear ¡Carajo, yo también!— Me emociono y le palmeo el hombro con afecto
—Sí, no he querido menoscabar tu amistad, pero entendé que ella me quiere y vive conmigo. Ella transforma este desolado caserón, lo llena de olores que persigo o encuentro. Lo llena de sonidos diversos, aunque no estemos juntos, la oigo y la adivino, de un lado al otro, con ese andar elástico y cimbreante. Me descongela los ojos y entonces vuelvo a percibir las aves y las flores, el jardín se colorea y renace nuevamente todos los días. Hay tanta vida, que vuelven todos desde mis recuerdos y ya quedamos estrechos entre tanta dicha. Trata de estar siempre conmigo. Hay veces que sospecho me persigue, permanentemente me sonríe y festeja alegre hasta el más tonto de mis chistes. Ambos admiramos callados el amanecer cuando entra poco a poco por la ventana. Acompaña animosa mis caminatas, las alborota, las hace siempre distintas. Si vos no me visitás, a la nochecita se sienta a mi lado y escuchamos música o miramos la tele. No puedo vivir sin ella pues, sencillamente, vivo por ella. Así que ya ves amigo, no ha habido falta alguna, es imposible que la haya. Enterrá tu hacha de guerra y disimulá, ahí viene— termina susurrando.
Me incorporo, y Antonia corre hacia mí, se para en dos patas y me lame la cara.
—Perra casquivana, no me voy a dejar engañar por tus mimos. Creo que en un mes ya podremos adivinar al galán— la palmeo riendo— ¡Che! Ni se te ocurra mostrarles los cachorros a los chicos. Ya nos encajaste varios— le digo al fin, tan cómplice como siempre.
Carlos Caro
Descargar XPS: http://cort.as/DJjl
Mabel
Muy buen relato, Carlos. Un abrazo y mi voto desde Andalucía
Carlos Caro
Gracias Mabel, me gustaría darte los besos que te mando. Un beso
Elisa
Que hermoso y que buen relato. Me ha encantado. Y es que los animales, para los que nos gustan, son como las personas, uno más de la familia. Mi voto y te sigo.
Carlos Caro
Un placer que opines así de los animales. Gracias un beso