El pequeño Nilo asomó la nariz por el marco de la puerta del gran salón. Varios de sus rizos se iluminaron al contacto con los cálidos rayos otoñales que se filtraban entre los grandes ventanales. Avanzó tímidamente, con la mirada determinada en identificar su objetivo. Al percibir su presencia, una figura femenina fue a su encuentro, acogiéndolo cariñosamente entre sus brazos.
–¿Qué sucede, cariño? –preguntó amorosamente ella.
–Mami, quiero que le des esta carta a papi. ¿Lo ves?. Y también le he hecho un dibujo.
–Pero, cielo… Es que… –balbuceó la madre, ahogadamente.
–¿Qué pasa, mami?. Es para que se acuerde de nosotros hasta que regrese– insistió, nervioso, el niño–. ¡Díselo tú, tita!. ¡Díselo!.
La tía del pequeño acarició delicadamente la cabeza del niño y con la más dulce de sus sonrisas tomó la carta en sus manos, susurrándole un «no te preocupes, mi amor. Yo se la daré”. Nilo profirió un suspiro de satisfacción, mientras veía a su tía alejarse con la carta, la cual depositó en la gran caja de madera de pino. Inmediatamente después, cerraron el baúl.
Mabel
Muy buen relato. Un abrazo y mi voto desde Andalucía
mary poppins
Muy bueno
Blanchi
Un relato enigmático y agridulce, los niños son increíbles.
Iván.Aquino L.
Muy bueno espero leer la continuación va mi voto.